Distinto Di-Al

Distinto Di-Al

viernes, 9 de marzo de 2007

107.1




“Me voy, ya mandaré a alguien a por el resto de las cosas.”
Dijo esto mientras cruzaba el salón sin mirarle, a Él, que estaba parado en medio de la habitación como petrificado, con los brazos a los lados de su cuerpo, que parecía sin fuerza, a punto de derrumbarse. Ella avanzó con paso decidido hacia la puerta, no miraba a su alrededor, no quería ver nada, ningún objeto, ningún mueble, ningún recuerdo, sólo salir de allí. Y cuanto más rápido, mejor. Él la seguía con la mirada, como si viera algo que no pudiera estar pasando o el fantasma de alguien que ya no estuviera ahí. Cuando ella cogió el picaporte de la puerta para salir, agachó la cabeza, y cerró los ojos. Sentía que todo terminaba en ese instante. Con ése picaporte. La vida que conocía nunca volvería a ser igual. Nunca más. Diana, se iba. Así que cerró los ojos y espero el portazo. El último que ella daría, como la última campanada de una vieja iglesia, dejando todo
vibrando y como envasado al vacío. Esperó el fin de todo y cerró los ojos…y entonces, lo vió. -
“¿Sabes lo que recuerdo?- dijo muy bajito – Recuerdo cómo bailaba tu pelo.”
Ella se detuvo en seco. La mano en el picaporte.
Él habló despacio, muy bajito, como si Ella ya no estuviese ahí. Hablaba para sí mismo…
“Recuerdo cómo bailaba tu pelo en aquella playa. En Barcelona. Hace cuánto, ¿3 años?. Lo recuerdo perfectamente. Fue en la escapada que hicimos después de lo de tu padre, para huír del dolor, como para comprobar si podría seguirnos, si podría encontrarnos en la cala más remota que conocíamos. Fué cuando bajamos al acantilado que escondía nuestra cala, y yo dejaba nuestras cuatro cosas en la arena y extendía la toalla. Estábamos solos porque la tarde se acababa y había poca luz y un poco de viento. Si lo pienso bien, puedo sentirlo como si estuviera allí. Tú te dirigiste directa al mar sin decir nada, andando despacio, y te quedaste parada en la orilla, justo donde el mar terminaba de estirar las olas hasta la punta de tus pies descalzos. Te quedaste parada mirando al mar sin decir una sola palabra, y yo te veía desde atrás. Entonces el viento sopló y tu pelo comenzó a bailar… Era la época que lo llevabas más largo que nunca, y no era ni rojo ni naranja, era una mezcla perfecta que parecía diferente cada vez. Era como si llevases un atardecer sobre tu cabeza y que envolvía tu cuello. Empezó a bailar despacio, y cogió fuerza después. Saltaba y se estiraba, daba vueltas y parecía querer soltarse de tu cabellera. Los últimos rayos de luz le arrancaban brillos, cambiaba de color a ráfagas, y parecía que tenía vida. Parecía por momentos que era como agua, y parecía después que era una llama que no podía extinguirse. Bailaba sobre tus hombros mientras tu llorabas por la muerte de tu padre, parada, en la playa, y parecía que tu pelo demostraba al mar que tu no te apagarías nunca, por mucho dolor que sintieras, porque tu amas la vida sobre todas las cosas. Nunca te engañas. La aceptas con su dolor y su felicidad… Era increíble, y yo no podía dejar de mirarte. Recuerdo cómo bailaba tu pelo en aquella playa porque pensé en ese instante que eras la mujer de mi vida. Pensé que no existía una persona en todo el mundo que me hiciese sentir como lo haces tu, ni nadie que me comprenda de un forma tan completa. Pensé que quería ver tu pelo todos los días que me restaban de vida. Pensé en nuestros desayunos, en tus abrazos, en nuestros cursillos acelerados de italiano, en tu cara cuando duermes, en tus stripties con Bob Marley, en nuestras siestas, nuestras borracheras, los domingos eternos solos, tu numero del “equilibrista cojo” que tanto me hacía reir, en tu forma de llorar cuando ves una película pastelona, en tu cuerpo desnudo, en tus gritos en los atascos, tus mil y un sombreros, en los libros tan raros que lees, en la nota que me escribiste en aquella servilleta y en tu bufanda roja. Pensé en todo eso mientras te veía allí, parada mirando el mar con lágrimas en los ojos. Pensé que no podía tener más suerte, porque no existe nadie perfecto, pero tu eras perfecta para mi…Pensé que no podía quererte más que en ése instante… Pero todo eso fue antes. Antes de todo lo que vino después. De las discusiones, de mi nuevo trabajo, de que todo cambiara, de tus ganas de huír, de que perdieras las ganas, la fuerza, de que yo no comprendiera nada, de empezar a no pasar tiempo juntos. Antes de olvidarnos el uno al otro, de los gritos, las culpas, las peleas, las noches en las que no volvías, antes de mi hastío, tu rabia, mi inmovilidad, de que huyeras de nuestra cama … Antes de tu y Javier…antes de destruirnos. …y ahora estás aquí, a punto de irte para siempre…y lo único que recuerdo…es cómo bailaba tu pelo en aquella playa…”
Sus ojos eran un reguero de lágrimas, quizá las últimas que podrían brotar de sus recuerdos, de su alma. Él levantó la cabeza y la miró. Ella seguía ahí parada, dándole la espalda, con la cabeza apoyada en la puerta. Si el picaporte pudiese sentir, estaría estremecido por el temblor de la mano que lo amarraba, sin poderse controlar…
Sólo había silencio, roto de repente por unos pasos…
y por el atronador estallido….
…de un abrazo.
G.